En estos tiempos líquidos, a caballo entre un mundo analógico del que procedemos y que aún tiene un peso específico considerable, y un mundo donde lo digital parece ser el paradigma ineludible, considero oportuno reflexionar sobre cuál puede ser el horizonte de la protección del patrimonio cultural en los próximos años. Especialmente, con el auge de nuevas amenazas inimaginables en entornos analógicos. Todo encuentro profesional debe tener en su ADN diferentes dimensiones que den respuesta, no sólo a los implícitos inherentes a los objetivos de sus promotores, sino a la proyección del sector específico. Me voy a limitar a un aspecto concreto, el big data.
O, dicho de otra manera, la capacidad y la posibilidad de convertir los datos que captan, almacenan y analizan los múltiples dispositivos que tenemos en nuestros centros, incluso aquellos que no percibimos como tales. Es necesario que nos vayamos familiarizando con el universo del big data. No sólo para favorecer la toma de decisiones, sino para impulsar la configuración de entornos en los que la reactividad debe ser sustituida, siempre que sea posible, por la proactividad.
El big data está transformando ámbitos estratégicos de nuestra sociedad. Serían inabordables, sin su concurrencia, los avances en Sanidad, la implementación de programas de seguridad ciudadana, movilidad, calidad medioambiental, eficiencia y eficacia energética, residuos, etc. generados en las smarts cities. Sin olvidar la banca electrónica, el deporte, la automoción, la agricultura, la educación, etc. Justamente, y vinculadas a los programas de smart cities, el big data tiene presencia activa en el patrimonio cultural. Considero oportuno que los profesionales de la protección y seguridad del patrimonio cultural empecemos, no sólo a familiarizarnos con el mismo, sino a ir preparándonos para ser agentes activos.
El big data supone no un salto cualitativo o cuantitativo, sino una mutación de modelo. Los profesionales de la protección del patrimonio cultural no podemos permanecer al margen de las transformaciones que se van a dar, y que van a repercutir, sobre nuestro campo de acción. En un mundo donde la conectividad ya genera nuevos marcos, no sólo de relación y de actuación, sino que incide directamente en el diseño de nuevos modelos, debemos aprender no sólo a manejar conceptos, sino a convertirnos en analistas de esos datos para ser prescriptores tanto para nuestras organizaciones como para el resto de actores del patrimonio cultural.
Considero que como profesionales expertos en un área tan específica, y estratégica para cualquier comunidad como es el patrimonio cultural, nos debe interesar qué significará, en un futuro inmediato, el desarrollo de las aplicaciones del big data.
De entrada creo que puede servir para mostrar la necesidad del trabajo en red de todos los profesionales, no sólo de una organización, sino de los diferentes sistemas que integran nuestro sector. Ningún departamento debería estar ajeno a su uso ni a los beneficios de sus sinergias.
¿Os imagináis el efecto sobre la eficacia, la eficiencia, la excelencia, la innovación, la inclusividad, la cohesión social, etc., que un equipamiento cultural puede alcanzar si analizase de manera sistémica todos los datos que genera?
¿Cuáles creéis que serían los efectos en la viabilidad de los recursos empleados –humanos, tecnológicos, organizativos, etc.- de un análisis sinergético de todos los datos que se generan y que ahora se almacenan fragmentadamente?
¿Cómo repercutirá en el desarrollo profesional de los responsables de seguridad de los equipamientos culturales?
Como recoge Alex Pentland, un científico de referencia del MIT, a nadie se le escapa que el big data no es por sí mismo una panacea libre de vulnerabilidades ni de riesgos. También tiene su “lado oscuro”. Pero no ello no es óbice para negar y negarse a su conocimiento y uso. Como profesionales de un ámbito crítico en el patrimonio cultural, debemos ir sintiéndonos cómodos en una perspectiva que acepte la complejidad de nuestra realidad cotidiana como generadora de realidades que construimos entre todos. La dicotomía a la que nos enfrentamos es ser agente activo o pasivo en la prevención, protección y salvaguarda del legado cultural común.
El futuro está ya en nuestras agendas.
Jesús Alcantarilla Díaz
Presidente de Protecturi